La magia del beso

Una de las mejores pruebas para descubrir si tu compañero o compañera quiere ir más allá o si desea aventurarse por los húmedos territorios del sexo es comprobar de qué modo responde a tus besos y si responde a ellos. La lengua siempre propone un tierno y juguetón viaje.

Que tu beso comience siempre de una manera suave y tranquila. Para besar así, tus labios apenas deben tocar su piel. El beso debe ser, aquí, una suave caricia en sus mejillas, en sus cejas, en la punta de su nariz, en la comisura de sus labios. La boca se convierte, así, en el sensate focus útil.

Respira suavemente junto a su oreja y lame su contorno. Que los labios y la lengua, levemente, vayan descubriendo cada rincón como si realizaran un viaje de placer y no un rápido desplazamiento laboral. Cuando llegues a su boca, bésala suavemente, en primer lugar, sin que su lengua intervenga.

El juego de besar

Nunca deberíamos cansarnos de besar. El beso tiene tantas variantes que, si nos lo proponemos, podemos ir de un tipo de beso a otro, alternándolos, evitando las dentelladas despiadadas de la rutina.

El beso es un juego, un juego no verbal. Aquí te proponemos uno para que lo pruebes con tu pareja. Podéis ir turnándoos para ser, alternativamente, la parte activa o pasiva del beso. Si eres el kissee, es decir, el receptor de los besos, ofrece tu boca, ligeramente abierta, para que el kisser, o parte activa, pueda besarlos. Cierra los ojos y abandónate a tus sensaciones. Concéntrate en ellas.

Cuando te toque ser el kisser, intenta encontrar nuevas formas de explorar la boca y la lengua de tu amante. Busca el modo de explorar con tus labios y lengua los rincones más desconocidos para ellos de su rostro. Una vez que hayáis terminado (estaría bien que dedicarais unos diez minutos cada uno a ejecutar vuestro rol) hablad de lo que más os ha gustado de lo que habéis y os han hecho.

Besos especiales

Para insuflar un poco de variedad a vuestros besos y para ahondar en el carácter lúdico del beso, introducid el sabor de la fruta en vuestros besos. Venda los ojos de tu pareja y corta unas rebanadas de fruta fresca para compartir. Roza sus labios con piña y lame el jugo que escurra de sus labios. Hazle morder una frambuesa. Siente cómo sus labios la parten. Que la punta de tu lengua la saboree dentro de su boca. Experimenta con un trozo de mango. Que tu lengua recoja del interior de su boca los jugos de esas frutas. Que vuestras salivas y esos jugos se mezclen en el interior de vuestras bocas. Intercambiad los papeles.

Otro juego relacionado directamente con los alimentos es el de catar tu comida favorita sobre el cuerpo de tu amante. Nata, miel, salsa de chocolate, batido de fresa o de cualquier otra fruta son, seguramente, los más populares. También el sushi. Degusta esos sabores entremezclados con el sabor corporal de tu amante. Tomaos vuestro tiempo antes de turnaros en el papel. No coloquéis los alimentos sobre la vagina y reservad algo de vuestro tiempo para dedicarlo a una ducha sensual. Quizás la mesa de la cocina o un mantel viejo serían el punto ideal para jugar a vuestro juego de besos y comida.

Cunnnilingus

Pocas maneras hay más idóneas para llevar a la pareja al orgasmo que la del sexo oral. Éste debe plantearse como un placer doble. Placer para el elemento pasivo de la pareja, sí; pero placer también para el elemento activo. Esto es fundamental, por ejemplo, en el caso del cunnilingus. Ningún hombre debe planteárselo como el camino más directo para hacer que una mujer alcance el orgasmo. Si se lo plantea de ese modo y la mujer es de orgasmo lento, ella puede sentirse presionada, y esa presión jugará en contra del objetivo a alcanzar.

El hombre que practica el cunnilingus debe disfrutar de él. No hay que hacer del orgasmo el objetivo. Chupar y lamer una vagina deben ser un placer. Por eso hay que disfrutar del momento, más allá de la finalización que se espere de él.

Al hacer un cunnilingus, debes juguetear con la lengua. Ella debe ser delicada, suave, húmeda. Debe variar su ritmo y su presión. Actuar en ocasiones de una manera plana. Actuar con la punta en otras. Chupar el clítoris y besarlo suele resultar muy efectivo. Una vez que el clítoris esté perfectamente estimulado y lamido, desliza la lengua lentamente hacia la abertura de la vagina y sondéala utilizando la lengua como si fuera una especie de lanceta.

Descríbele a tu mujer lo mucho que te gusta hacer lo que estás haciendo. Hay mujeres que se niegan a practicar el sexo oral (o tienen muchas dudas al respecto) porque consideran que su vagina es fea, o que no huele bien. Bórrale esas prevenciones con tus palabras. Dile cuánto te gusta practicar el cunnilingus con ella. Y díselo de la manera más explícita que puedas. Ya sabes que el hablar sucio puede actuar como un potente afrodisíaco. Decirle “cómo me gusta comerte el coño” puede ser el afrodisíaco más barato y, a la vez, más efectivo.

Puede ser que, con la simple acción de tu lengua, tu pareja ascienda hasta el territorio paradisíaco del orgasmo. Si no es así, no te preocupes. No tardará en hacerlo. Cuando notes la vagina completamente humedecida y sedosa, introduce en ella uno o dos dedos. Mueve esos dedos hacia atrás y hacia delante mientras, con la boca, sigues jugando con su clítoris. Mueve la mano lentamente y presiona hacia el techo de la vagina. Frota suavemente su punto G mientras sigues aplicándote, oralmente, en la estimulación del clítoris.

Cuando notes que su respiración comienza a cambiar y que los suspiros, muy probablemente, empiezan a salir de su boca, adquiere la conciencia y la seguridad de que estás haciendo lo correcto. No aceleres ni disminuyas el ritmo. No incrementes ni bajes la presión. El orgasmo no tardará en llegar. Cuando llegue, ella se encontrará en un momento de hipersensibilidad. Aligera tu presión e indaga si ella quiere ir a por otro orgasmo. Quizás le apetezca descubrir que el multiorgasmo no es, en modo alguno, una quimera.