Luchando contra prejuicios

El poso cultural puede convertirse, y de qué manera, en una barrera que nos impide acceder a nuevos estadios de placer. Nadie con un mínimo de preparación cultural expresará opiniones homófobas en público. Todos proclamaremos a los cuatro vientos que estamos libres de prejuicios a la hora de enjuiciar los hábitos y acciones de los hombres. Pero el poso está ahí, dentro de nosotros, contaminando, sobre todo, nuestros actos más íntimos.

¿Cuántos hombres, por ejemplo, se atreverían a reconocer en público el gran placer que pueden llegar a sentir cuando el dedo de su pareja se introduce dentro de su culo? ¿Cuántos, saltándose los prejuicios, deciden experimentar esa sensación? Y es que, aunque no esté escrito, hay un pensamiento que sobrevuela peligrosamente la concepción masculina del sexo. Según ese pensamiento, un hombre heterosexual no puede, en ningún momento, sentir placer en su ano. Dicho de otro modo: para el hombre heterosexual común, el hecho de disfrutar con el culo es propiamente una característica única y exclusivamente propia del ámbito de la homosexualidad.

¿Tiene alguna base científica ese pensamiento? Ninguna. Absolutamente ninguna. Es más: la zona del perineo y el ano es, entre las áreas corporales del hombre, una de las más erógenas. Limitar las zonas erógenas masculinas a sus genitales y poca cosa más es, ciertamente, una concepción castradora de las posibilidades de placer que para sí mismo el cuerpo masculino atesora. Apartando de sus prácticas sexuales la posibilidad del masaje prostático el hombre no hace sino apartar de sí una de sus posibilidades más grandes de placer.

Y es que está comprobado que, en algunos casos, puede bastar el masaje prostático para conducir a un hombre hasta el rong>orgasmo. De hecho, la próstata es una glándula encargada, entre otras cosas, de producir parte del líquido seminal que protege y nutre a los espermatozoides contenidos en el semen. Estimulando y masajeando de manera adecuada la próstata se puede alcanzar un orgasmo más intenso y, al mismo tiempo, una eyaculación más abundante.

Cómo hacer un masaje de la próstata

Si atendiendo a todo esto te decides a enterrar tus prejuicios y deseas, por fin, lanzarte a vivir la experiencia de gozar de un masaje prostático, comunícaselo a tu pareja. Ella debe conocer las motivaciones que te llevan a solicitarle ese tipo de masaje erótico y, al mismo tiempo, debe comprenderlas. Que sea mujer no la pone a salvo de estar imbuida de una concepción homofóbica de toda práctica sexual que tenga que ver, de alguna u otra manera, con el ano. Hay mujeres, aunque pueda parecer una incongruencia, que son más machistas que muchos hombres. Como acostumbramos a decir, el peso de la cultura y de la educación recibida es, en demasiadas ocasiones, una losa que nos impide volar con libertad y ser verdaderamente felices.

Como en toda estimulación de esa parte tan sensible y delicada del cuerpo humano como es el ano, ésta debe realizarse sin prisas, tranquilamente, y usando una buena cantidad de lubricante. Dentro de la amplia gama de lubricantes comercializados en el mercado, hay algunos de ellos indicados especialmente para ser utilizados en las prácticas de sexo anal. Quien realiza un masaje prostático debe hacer uso de alguno de esos lubricantes anales y hacerlo con alegría, sin escatimar en su uso. Sin estimulación ni lubricación, todo toqueteo o penetración de la zona referida puede resultar doloroso o, cuanto menos, molesto.

Una vez estimulada, lubricada y relajada convenientemente la zona, quien realiza el masaje debe introducir lentamente el dedo en el ano. Una vez dentro de él, debe curvarlo hacia abajo (si la persona que recibe el masaje se encuentra colocada a cuatro patas) suavemente. La curvatura del dedo debe apuntar hacia la zona en que se encuentra el inicio del pene, no hacia la espalda. No es necesario que el dedo se introduzca demasiado. Una penetración de unos cinco centímetros debe ser suficiente para que pueda masajearse la próstata.

Introducido ya el dedo en el ano y colocado en la curvatura indicada, debe procederse a moverlo suavemente, ejecutando un movimiento que no debe, en caso alguno, ser demasiado amplio. La próstata es una glándula que tiene el tamaño aproximado de una castaña. Es innecesario, pues, que ese movimiento acariciador de la yema del dedo se haga más largo.

Si se desea que este masaje de la próstata se haga más intenso, no estaría de más estimular, al mismo tiempo que se masajea la próstata, el perineo. De hecho, si no se opta por el masaje directo de la próstata (es decir: si se prescinde de introducir el dedo en el culo), se puede optar por un masaje indirecto de la misma. Masajeando el perineo de la manera adecuada, se puede conseguir un efecto semejante al que se consigue masajeando directamente la próstata.

La estimulación prostática también puede realizarse con masajeadores anales, plugs, vibradores o juguetes eróticos como las bolas tailandesas. En cualquiera de esos casos, es preceptiva una adecuada estimulación previa del esfínter anal y una abundante lubricación.