Estimulación vaginal

Recibir un masaje en la vagina es un maravilloso regalo para una mujer. Y más aún si la pareja no tiene prisa y lo hace lentamente, por puro placer, sin pensar en la penetración como objetivo final, concentrándose en todo momento en la caricia vaginal, experimentando la simple dicha de rendir cumplido homenaje a una diosa. Si lo realiza así, el éxtasis del orgasmo será un éxtasis que trascenderá al mero placer sexual para convertirse en una experiencia sensitiva de primer orden.

Para iniciar el masaje, lo mejor es ir preparando el terreno. Para ello, nada mejor que masajear los hombros, el cuello y el cuerpo de la mujer hasta que ella se relaje por completo. Para ello, es imprescindible que respire correctamente. La respiración correcta es la que, pausada y honda, lleva oxígeno a cada rincón de nuestro cuerpo. Esa respiración, ya lo sabemos, es fundamental para todos los practicantes de la meditación tántrica.

Una vez que tu pareja se haya relajado, coloca tu mano sobre su vagina y otra sobre su pecho. Coordinad ahora, manteniendo ese contacto, vuestras respiraciones. Respirad al unísono, los dos, hondamente.Suave y lentamente, acaricia su vulva. Realiza esta caricia desde abajo hacia arriba, gradualmente, dejando deslizar dos dedos entre sus labios vaginales mayores y menores.

Que los dedos, en este momento, realicen un movimiento suave alrededor del clítoris, sin estimularlo directamente.

Tira de un pequeño mechón de vello púbico de tu pareja (si lo tiene) con la yema de los dedos. Hazlo con cuidado y preguntando a tu pareja como desea que lo haga. Este pequeño tirón envía pequeñas cargas eléctricas desde el monte de Venus al cuerpo entero. Esto, para la mayoría de las mujeres, es muy estimulante.

Aprieta los labios vaginales con un lento pero firme movimiento de amasar. Aplasta y frota suavemente los labios mayores. Un pequeño tirón en esta zona de la vagina también sienta bien y produce placer a la mujer.

Realiza círculos con el dedo entre sus labios mayores y menores, y también entre el perineo y la parte superior del clítoris.

Desliza ahora tres dedos hacia arriba. El del centro que se introduzca un poco en la vagina. Sólo un poco. Los otros dos, que se muevan por los lados. Haz esto en diversas ocasiones. Después, impón una pausa.

Ha llegado la hora de estimular el clítoris. Hay que moverlo a placer, mejor suavemente. Hay que imaginar la cara de un reloj alrededor de él. Una vez que se haya imaginado, hay que frotar suavemente sobre le punto que correspondería a cada hora. Da la vuelta entera a la esfera del reloj, variando la velocidad y la presión para que tu pareja se adapte.

Entrando en la vagina

Pide ahora permiso a tu pareja para entrar en su espacio sagrado. Juguetea con la abertura de su vagina suavemente, con los dedos, hasta que ella empiece a desear más que nada en el mundo que tu dedo se introduzca dentro de su coño.

Puedes utilizar la punta de los dedos o sus laterales para masajear las paredes internas de su vagina. Alterna esta estimulación de las paredes de su vagina con la estimulación de su clítoris.
Pregunta a tu pareja si desea alcanzar el orgasmo o no. Lo más probable es que lo desee, pero también es posible que no lo desee. No hay una opción mejor que otra. Respeta, en cualquier caso, su deseo. Si lo desea, sigue estimulándola hasta que se corra. Ella, en ese momento, debe sentirse libre para expresarse plenamente. Que profiera los sonidos que desee proferir. Si quiere gemir, que gima. Si desea suspirar, que suspire. Si necesita reír, que ría. Si no desea alcanzar el orgasmo, que te lo haga saber. Sabido, tú debes interrumpir la estimulación.

Lo importante, en cualquier caso, es acabar en quietud, con tus manos descansando sobre su vagina y sobre su corazón. Sincronizad de nuevo vuestras respiraciones (seguramente la suya se habrá acelerado un poco al aproximarse el momento del orgasmo). Expresa de palabra o con algún gesto cariñoso tu gratitud hacia tu pareja. Después de todo, ella te ha dejado acceder a su espacio sagrado. Y eso siempre es de agradecer.