Sexo, drogas y rock & roll

Se dice que fue el actor y cantante de rock británico Ian Dury quien, en los años setenta, popularizó gracias a una de sus canciones la expresión “sexo, drogas y rock & roll”. Ése era, precisamente, el título de la canción de marras y con él se selló una triple alianza que serviría para describir un determinado ambiente y una determinada época. Antes de que la heroína y el SIDA hicieran sus estragos, la promiscuidad sexual y el uso de todo tipo de estupefacientes y psicotrópicos parecían ir de la mano de un tipo de música que iba a marcar toda una época.

Se ha hablado en infinidad de artículos y en muchas obras sesudas de la relación que artistas y músicos mantuvieron con las drogas y de la influencia que éstas pudieron tener en su obra. Si hablamos de la historia de la música no podemos olvidar los nombres de artistas como Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmi Hendrix, Kurt Cobain, Elvis Presley, Frank Sinatra o, más recientemente, Axl Rose, Whitney Houston o Amy Winehouse. Todos ellos, en mayor o menor grado, tuvieron problemas con la cocaína, la heroína, el LSD, el hachís, las anfetaminas, o con otro tipo de sustancias toxicológicas. Sus vidas y, en algunos casos de los que hemos citado, sus muertes, podrían servir para dar fe de hasta qué punto la droga ha tenido una presencia más o menos marcada en la historia del pop y del rock.

Que el sexo y la música han mantenido y mantienen relaciones más o menos íntimas es algo que no podemos obviar. Hay estudios al respecto. Uno realizado por el psicólogo musical de la Universidad de Londres Daniel Müllensiefen determinó cómo el 40% de las personas que habían formado parte del estudio expusieron que el escuchar música durante el acto sexual las estimulaba igual o más que el ser tocadas. Así, la banda sonora de Dirty Dancing, Sexual Healing, de Marvin Gaye o Sex on Fire, de Kings of Leon, por poner sólo unos ejemplos, podrían actuar como afrodisíacos sonoros o estimulantes auditivos a la hora de inyectar intensidad y excitación al acto sexual.

Asumido, pues, que droga y música han guardado íntima relación a lo largo de la Historia y que música y sexo han ido de la mano desde mucho antes que Kim Basinger se desnudara para Mickey Rourke al ritmo de You can leave your hat on de Joe Cocker, queda por dilucidar qué relación guardan o han guardado entre sí el sexo y las drogas.

Sexo con drogas

En primer lugar, debemos decir que, en cierto modo, al practicar sexo perseguimos un objetivo semejante al que perseguimos al consumir drogas: una especie de éxtasis o, por decirlo de otro modo, una comunión más o menos perfecta con todo lo que nos rodea. Algo semejante, también, a lo que persiguen los ascetas. Por eso no han faltado a lo largo de la historia quienes han señalado concomitancias muy marcadas entre la expresión facial de la Santa Teresa de Bernini y el de cualquier mujer en el momento de experimentar, de verdad y sin fingimientos, un intenso y maravilloso orgasmo. Ese éxtasis podría ser comparado también y en cierto modo al alcanzado por un heroinómano al inyectarse su dosis de heroína.

Veamos cómo influyen determinadas drogas en la práctica sexual.

Cocaína

La cocaína tiene un efecto estimulante sobre la libido femenina. La mujer que toma coca está más predispuesta a mantener una relación sexual y se entrega a ella de una forma más apasionada y desinhibida. En el caso del hombre, sin embargo, la cocaína puede acabar acarreando un gran problema. El efecto euforizante de la cocaína puede servir para añadir un punto de energía y frenesí que a la relación sexual le puede ir muy bien, pero, pese a ese plus de intensidad y pese a que el hombre puede “durar” más, puede darse la situación de que el hombre se vea incapacitado para alcanzar el orgasmo. Por otro lado, el consumo habitual de cocaína puede producir un deterioro del sistema nervioso central que produciría una mengua importante de la función sexual. Así, el consumo de cocaína podría acabar produciendo algún grado de disfunción eréctil.

Finalmente, deberíamos señalar que el mezclar cocaína y sexo lleva implícito el riesgo de sufrir un paro cardíaco.

Candyflip

El candyflip es una droga comúnmente utilizada en las raves, es decir, en esos acontecimientos musicales, habitualmente electrónicos, que acostumbran a durar toda la noche, y consiste en una mezcla de LSD con éxtasis (MDMA). Si la segunda, por su efecto sobre la serotonina, sirve para aumentar la capacidad de conectar con otras personas, la primera se caracteriza, precisamente, por lo contrario. El LSD invita al “viaje” personal. La mezcla entre él y el éxtasis, pues, no parece una buena idea a la hora de combinar drogas y sexo.

Mandrágora

Este narcótico tiene unas marcadas características afrodisíacas. Se dice que el hombre que consume mandrágora en gotas antes de practicar sexo ve cómo aumenta su fogosidad. Ésta podría parecer, pues, una buena forma de mezclar sexo y drogas.

Poppers

El Popper es un vasodilatador compuesto por nitrito de anilo. Durante los años 80 fue muy popular dentro de los ambientes gay. ¿Su principal efecto? Relajar los músculos tanto vaginales como anales. Al ser un relajante no se recomienda su uso abusivo, ya que podría incidir de manera negativa sobre la erección. Hay quien usa los poppers para inhalarlo en el instante del orgasmo. Inhalándolo en ese momento de la relación sexual, los poppers producen una euforia tan momentánea como efímera.

GHB o éxtasis líquido

Quienes gustan de mezclar sexo y drogas alaban las funciones desinhibidoras del GHB o éxtasis líquido. Hay quien habla de esta droga como “droga de la violación”. Administrada en secreto en bares y clubs, podría servir para vencer ciertas resistencias o para colocar a la persona a la que ha sido administrada en una situación en la que su voluntad queda anulada. El éxtasis líquido, así, tendría unos efectos similares a la escopolamina (o Burundanga) y al flunitrazepam (Rohypnol).

Cannabis

El cannabis o marihuana es uno de los potenciadores sexuales más tradicionales. Al mismo tiempo, el cannabis puede tener efectos desinhibidores, lo que serviría para dar el primer paso y, llegado el caso, derribar tabúes personales para, de ese modo, experimentar determinadas prácticas sexuales.

Se han documentado algunos casos en los que se ha asociado el consumo de cannabis con la disminución de la lubricación vaginal, lo que haría más doloroso (o, cuanto menos, molesto) el coito. Pese a esto, no hace demasiado que saltó a los medios de comunicación la noticia de que un colectivo de marihuana medicinal californiano había lanzado al mercado un lubricante íntimo realizado con aceite de cannabis medicinal y aceite de coco.

Un abuso de cannabis podría conducir, según apunta algunos estudios, a un descenso de la libido. Dicho de otro modo, la persona que abusase del consumo de cannabis podría perder el interés por el sexo.

Séxtasis

Con el nombre de séxtasis se conoce el cóctel elaborado a partir de la mezcla de Viagra y éxtasis. ¿Qué se consigue? Una erección más potente y duradera. Ciertamente, no aconsejamos recurrir a esta combinación a la hora de mezclar drogas y sexo. Nos parece una combinación peligrosa en exceso. Al acelerar el corazón en exceso puede ocasionar la muerte.

A falta de estudios más documentados sobre las relaciones existentes entre sexo y drogas y los efectos de éstas sobre aquél, nosotros no aconsejamos combinar ambos elementos. También aconsejamos no hacer demasiado caso a las experiencias que nos cuenten quienes hayan experimentado la combinación de drogas y sexo. Al fin y al cabo, la experiencia de cada persona con las drogas (y, también, con el sexo) es una experiencia personal e intransferible.