Masaje genital para él

Una vez que hayas masajeado durante treinta minutos o más el cuerpo de tu pareja, pregúntale si puedes masajear sus genitales. La petición de permiso es una muestra de respeto y, al mismo tiempo, una fuente de confianza y seguridad. Dile que se concentre en sus sensaciones y que respire profundamente. Que se olvide de toda acción. Que no intente hacer nada. Que se deje hacer. Y que disfrute de esas sensaciones.

Recuerda antes de iniciar el masaje que no se trata de buscar la eyaculación de tu pareja, aunque muy probablemente ésta llegue, máxime si el hombre no está acostumbrado a recibir el tipo de caricias que vas a realizarle. Si el hombre consigue olvidarse de la proximidad de la eyaculación y se centra en sus sensaciones, conseguirá dar un paso necesario e importante en el aprendizaje de la maestría eyaculatoria.

Dile que es divertido jugar con un pene a media erección, que está muy bien manipularlo, que te resulta placentero y atractivo. Dile que no es necesaria la erección completa. Y si eyacula en los primeros minutos, resta importancia al hecho, dile que qué más da, que aún quedan minutos de tocamiento y placer, que se deje hacer, que no se preocupe de cumplir, que olvide el papel activo que culturalmente parece asociarse al hombre.

Cuando un hombre va envejeciendo, necesita más tiempo y estímulo para lograr una erección. La mujer debe comprender esto y ser compasiva. La erección puede llegar cuando menos se espere, cuando nada sexual en apariencia se esté produciendo.

Ajusta el temporizador. Coloca tus pechos encima de su polla y pon las manos sobre su corazón. Miraos a los ojos y respirad al unísono, acompasadamente. Notad cómo la energía fluye entre vosotros. Vuestras respectivas fortalezas se irán complementando al compás de esa respiración acompasada y profunda. Dile que vas a rendir culto, a alimentar y sanar, su preciosa varita. Dile que se disponga a sentir cada una de las sensaciones que vas a regalarle.

Empieza a acariciar su pecho, su abdomen y sus muslos. Haz que su pene vibre entre tus pechos. Para ello, suspira en voz alta. Tus pechos vibrarán y esa vibración se transmitirá a su pene. Que tu corazón resuene en su cipote.

No vayas a creer que el hombre quiere acabar cuanto antes. Hay que romper ese mito. Al hombre también le gusta jugar, pasear, relajarse, dejarse llevar por la lentitud placentera de la sensualidad. Esta es tu oportunidad de conceder ese placer a tu pareja. Siéntate entre sus piernas, frente a él, o hazlo a su lado si así lo preferís.

Lubricante y lentitud

Vierte un poco de aceite caliente en la parte superior de tus dedos, colócalos sobre los genitales y deja que se filtre entre los dedos llenando de aceite toda la zona. Haz cosquillas en su pubis, acaricias sus testículos, toma una generosa pizca de escroto y tira de él como si quisieras amasarlo, entre el pulgar y el resto de dedos. Agita un poco ese pedazo de piel que has cogido.

Acaricia el perineo. Es importante. Para hacerlo, aprieta sobre él con el puño cerrado mientras con la otra mano sujetas y estiras del pene. Haz girar tu puño sobre el perineo y haz que vibre. Pregunta a tu pareja sobre la presión que estás realizando. ¿Debe ser mayor? ¿Menor acaso? El tocamiento de esta zona del cuerpo produce mucho placer y, a menudo, es olvidada. Abre el puño y coloca la palma de tu mano sobre el perineo, con el pulgar y los dedos rodeando el escroto. Presiona firmemente y masajea.

Coge ahora sus cojones con una mano mientras con la otra sujetas su rabo. Tira suavemente de sus pelotas. Hazlo muy suavemente. Mientras lo haces, recuerda a tu pareja que debe mantener relajados los muslos, las nalgas y el abdomen. Que no ejerza tensión. Que no luche contra nada. Que se deje hacer.

Otra idea. Masajea su escroto con una mano y, con la otra, haz girar su pene como si se tratara de las agujas de un reloj. A cada hora que vayas marcando, aprieta alegremente desde la base hasta la punta. Presta especial atención al momento en que el reloj de tu pareja marca las seis o marca las doce. Pon especial mimo al “marcar” esa hora.

Sujeta la base del pene y aprieta ligeramente en ella mientras acaricias esa zona sensible bajo su prepucio, junto al frenillo. Esa parte es muy sensible. Con esa presión ejercida sobre la base, disminuyes la posibilidad de una eyaculación no deseada y demasiado tempranera.

También puedes manipular el pene de tu pareja como si fuera un sacacorchos, realizando sobre él y con suavidad una torsión mientras deslizas tu mano arriba y abajo. Recuerda que de vez en cuando debes realizar una pausa. Si no lo haces, corres el riesgo de que tu pareja se corra. Piensa en esos ratos en el que es él quien acaricia y golpea tu clítoris. ¿A que te va bien que pare? Pues en este caso sucede lo mismo. Varía tu presión y tu ritmo a la hora de masajear su pene.

Masajéalo entero, no sólo su cabeza. Puedes cubrir el pene con una mano mientras acaricias el interior de sus muslos. Hasta puedes usar un vibrador y colocarlo en la mano que sujeta su polla. Esto le añadirá sensaciones extras. Si consigue relajarse y mantener una respiración profunda, tu pareja adquirirá una mayor energía sexual y esa energía revertirá positivamente en vuestros encuentros sexuales.

Autoestima y orgasmo

La mayor parte de los hombres piensa que su pene es demasiado pequeño. Cometen un error: compararse con las estrellas del porno. Hay que pensar que hay penes no erectos de tamaño grande que apenas ganan tamaño con la erección y penes pequeños en estado flácido que, una vez erectos, adquieren un tamaño nada despreciable. Sea como sea el pene de tu pareja, seguramente a ella le gustará escuchar de tus labios un comentario halagador. Puedes halagar su forma, la suavidad de su piel, la hinchazón repentina de sus venas, el modo en que penetra tu vagina o tu ano, el sabor que deja en tu boca cuando lo chupas. Puedes halagar todo eso y, al hacerlo, ayudarás a afianzar la autoestima de tu pareja. Y toca su pene sin miedo. No seas tímida. El pene no es tan sensible como tu clítoris. Admite un trato más duro. En cualquier caso, pregunta sobre la presión que desea sentir sobre él. Dile que te gusta sentir cómo se vuelve duro en tu mano. Dile que te gusta sentirlo dentro. Dile que te gusta ver cómo escupe su vómito de semen.

Y recuerda una cosa: llegará un momento en que él deseará, por encima de todo, eyacular. Querrá correrse. No lo frenes cuando sientas que llega ese momento. Al contrario: aliéntale a que lo haga. Dile que se concentre en sus sensaciones. Y que explote. Límpialo después con una toalla tibia y húmeda, y continua con tu masaje evitando la punta del pene. Esa punta debe sentirse extremadamente sensible tras el orgasmo. Un beso en ella puede ser recibido como un regalo por tu pareja. También puede ser, si no deseáis seguir, la guinda del pastel.