De los preliminares al post-coito

¿Cuándo termina la relación sexual? ¿Cuando el hombre ha eyaculado? ¿Cuando el hombre, habiendo eyaculado, se sirve de sus dedos o de su boca para llevar a la mujer hasta el orgasmo si ésta no lo ha experimentado anteriormente? La opinión generalizada podría decir que sí. Alcanzado el fin que en principio se perseguía, cada uno de los miembros de la pareja podría marchar a sus rituales de higiene (siempre recomendables) a la mayor brevedad posible. Haciendo esto, sin embargo, quedaría despojado de sensualidad y comunicación entre los miembros de la pareja lo que se conoce como post-coito.

Que el coito ya no es concebido en nuestra sociedad de la misma manera que se concebía hace cincuenta años lo demuestra el hecho de que ya pocas personas desconocen la importancia de los preliminares, esos juegos eróticos que preceden a la cópula y que son tan importantes como la cópula en sí. Ahora, quien más quien menos sabe del valor de las caricias, los besos, los mimos, ese in crescendo que pueden marcar unos labios que, desde el punto de partida de besar a otros labios, pueden iniciar una maravillosa excursión por el cuerpo de la pareja que incluye escalas tan sugerentes y sensibles como la nuca, el cuello, las orejas, sus lóbulos, los pezones, los genitales o el ano.

El “aquí te pillo y aquí te mato” rápido y expeditivo sólo parece haber quedado reservado para situaciones de sexo fugaz que, pese a tener mucho de juego, provocación o utilización excitadora del morbo, puede despojarse de los juegos preliminares porque su propia esencia hace que sea así. En estos casos, y debido a esa esencia intrínseca del juego, los preliminares no tienen cabida. Es más: la propia emoción provocada por el hecho de protagonizar una acción acelerada y fugaz de sexo en un fotomatón, en un ascensor, o en un rincón de la playa, actúa como excitante y estimulador que sustituye los efectos siempre benéficos de los juegos preliminares.

Con calma tras el coito

La importancia que se ha concedido a dichos juegos no ha encontrado correlación, sin embargo, cuando se habla del post-coito. Y eso que desde bien antiguo hay referencias escritas que recalcan la importancia de esa fase que, sí, deberíamos entender como parte constituyente de la relación sexual. En el Ananga Ranga , por ejemplo, se recogía un consejo que todos los hombres deberían tener en consideración. Ese consejo dice lo siguiente: “cuando sus juegos amorosos hayan terminado, el hombre debe tener calma y no retirarse de inmediato ni de manera brusca. Por el contrario, debe hacerlo suavemente y quedarse junto a su amante. De esta manera el hombre no parecerá alguien que, tras haber tratado a su mujer como a una mula, no presta atención alguna al arte del amor”.

A menudo suelen darse explicaciones de carácter fisiológico a por qué el hombre acostumbra a prestar poca atención al post-coito. El coito implica siempre una intensa liberación hormonal. La adrenalina, la serotonina, la testosterona, la oxitocina o la dopamina fluyen a lo largo del coito. Cuando éste finaliza, la secreción de estas hormonas sufre una drástica reducción. Esa reducción de dopamina implica que el hombre sienta de repente la imperiosa necesidad de cambiar de actividad. Por eso tiene tendencia a marchar cuanto antes del lugar en el que se ha mantenido la relación sexual.

Pero la fisiología y las reacciones hormonales no afectan sólo al hombre y determinan su actitud tras el coito. También influyen en el comportamiento de la mujer. En ésta, es la oxitocina la que sigue activada durante un tiempo. Esa activación de la oxitocina hace que la mujer siga deseando mantener el contacto físico con su pareja tras el coito.

¿Qué lección podemos extraer de estas constataciones fisiológicas? Que el hombre, para satisfacer completamente a la mujer y llenar todo el encuentro sexual de erotismo, debe luchar contra su propia tendencia natural y prestar al post-coito la misma atención que, muy seguramente, ya ha comenzado a prestar a los preliminares. O sea: que el hombre debe abrazar a la mujer, acariciarla y hacer que ella sienta su presencia junto a ella.

Además: este mantenimiento del contacto puede hacer que la mujer se vuelva a activar sexualmente para disfrutar de un segundo orgasmo. Para ello no siempre será necesario que el hombre vuelva a “activarse”. Es posible que él necesite algo más de tiempo. Factores como la edad, el cansancio, el estrés o la motivación determinarán el tiempo que el hombre tarde en “recargar” su arma. En estos casos, y si la mujer se muestra proclive a seguir con la actividad sexual, puede bastar la intervención de la estimulación digital o de algún tipo de juguete sexual (léase dildo, léase vibrador) para conducir a la mujer a una experiencia multiorgásmica. Sin duda, sólo prestando atención al post-coito se podrá experimentar esa maravillosa sensación de volver a visitar las cumbres del placer.