Masaje desnudo

La eficacia de un masaje no depende única y exclusivamente de la actitud que adopte la persona que vaya a realizar dicho masaje. También depende de la que mantenga, durante todo el tiempo del mismo, quien vaya a recibirlo.

Lo primero que hay que tener cuenta al recibir un masaje es que la ropa es siempre un estorbo. ¿Qué quiere decir esto? Simple y llanamente: que la mejor manera de recibir un masaje es estar desnudo. Un simple slip o una prenda de ropa interior (por pequeña que sea) pueden dificultar la realización de determinados trazos. Al mismo tiempo, la permanencia de una de esas prendas de ropa puede sentirse, en la continuidad integral del cuerpo, como una especie de barrera. Un lastre. Eliminar ese lastre es fundamental para sentir esa integridad total del cuerpo que es uno de los objetivos principales del masaje.

Existe la posibilidad de que a una persona le cause más incomodidad su propia desnudez que el hecho de llevar colocada alguna prenda de ropa cuando esté a punto de recibir un masaje. Si es así, lo mejor es que esta persona mantenga puesta alguna ropa. Eso sí: que esa ropa sea lo más ligera posible.

La persona que está recibiendo un masaje debería, también, desprenderse de cualquier tipo de joya o adorno corporal que se lleve puesto. Collares, pendientes, brazaletes y anillos sobran. También sobran las gafas. El masaje del rostro y de las zonas adyacentes de los ojos (pómulos, cejas, párpados) es uno de los grandes placeres del masaje, y el hecho de tener colocadas las gafas o, en su defecto, las lentes de contacto, impiden ese masaje de los párpados tan gratificante.

Postura para recibir un masaje

La postura que se adopta es fundamental para recibir un buen masaje. Será la persona que realiza el masaje quien, en todo caso, deberá dar las indicaciones oportunas a quien lo recibe para que, de ese modo, ésta adopte la postura adecuada. Quien da el masaje debe decidir, en cada momento, si la persona que va a recibirlo debe estar acostado de espalda o de bruces. Tanto en un caso como en otro, lo ideal es que los brazos permanezcan, relajados, a los lados del cuerpo, y que la cabeza se sitúe aproximadamente al mismo nivel que el extremo de la mesa.

Situado convenientemente, el control de la respiración y la centralización de la atención en ella es un aspecto fundamental para el buen desarrollo de un masaje. Respirar convenientemente (con inspiraciones lentas y exhalaciones algo más rápidas), dejando que el flujo del aire circule libre y lentamente, permitirá a quien recibe el masaje abandonarse al arte del masajista. Será éste quien mueva toda extremidad de la persona masajeada. Será el masajista quien gire la cabeza del masajeado para colocarla en la postura ideal. Sólo cuando el masajeado esté colocado bocabajo y sienta incomodidad en el cuello deberá moverlo por propia iniciativa hacia un lado o hacia otro.

Algo que también debe hacer quien va a recibir un masaje para multiplicar los efectos beneficiosos de éste es concentrar la atención en cada una de las caricias y toques que reciba. Un momento de presión de las manos del masajista debe coincidir con un momento de exhalación por parte del masajeado. Cuando el masajista afloje la tensión será un buen momento para volver a tomar aire. Concentrarse en las sensaciones que se vayan experimentando al recibir un masaje es una buena manera de aislarse de todo lo que rodee al acto del masaje y de intensificar dichas sensaciones.

La combinación de esas sensaciones y de una respiración concentrada en el lugar en que se experimentan dichas sensaciones es la mejor manera de perseguir los mejores resultados del masaje. El silencio ayudará a que esos resultados sean alcanzados. Las palabras sobran cuando se está recibiendo un masaje. Eso no quiere decir que la persona que lo reciba no pueda quejarse si algún toque le causa dolor o si, por ejemplo, siente frío o calor. La persona que recibe el masaje debe, en este caso, hablar de su incomodidad o dolor. Eso ayudará a quien lo realiza a variar lo que sea necesario para, gracias a dicha variación, mejorar la técnica y, con ella, los resultados del masaje que se esté realizando.