La moneda del sexo

A nadie sorprenderemos a estas alturas si afirmamos que la sociedad romana fue una sociedad caracterizada por su liberalidad de costumbres y su promiscuidad. En Roma se aceptaba que los hombres mantuvieran relaciones sexuales tanto con mujeres como con hombres prostitutos. Eso sí: sólo se aceptaba que el hombre romano actuara como parte activa de la coyunda. En Roma se aceptaba igualmente el concubinato y, no hace falta decirlo, el ejercicio de la prostitución estaba a la orden del día.

Es imposible hablar de la expansión de la prostitución por todo Occidente sin hacer referencia a la expansión militar romana. Cuando las legiones acampaban en un lugar y el campamento iba a permanecer en el mismo lugar durante un tiempo no demasiado corto, no tardaba en establecerse cerca de él un prostíbulo para que la soldadesca pudiera aliviar sus necesidades. Allí podían encontrar tanto hombres como mujeres para satisfacerse.

Tan a la orden del día estaba la prostitución en la sociedad romana que, incluso, según apuntan algunos autores, existía una moneda especialmente creada para ser utilizada en los tratos comerciales que tenían lugar entre las prostitutas y sus clientes. Esa moneda estaba realizada en bronce o latón y recibía el nombre de Sprintia.

En una de sus caras, la Sprintia presentaba una imagen del acto sexual, una postura determinada o una práctica erótica en concreto. En la otra, la Sprintia mostraba un número. ¿Qué significaba ese número? Según múltiples autores, el precio del servicio que aparecía representado en la moneda.

Teorías sobre la función de las Sprintiae

La mayor parte de los estudiosos de estas monedas, especie de Kama Sutra numismático, sostienen que la razón de ser de las Sprintia era la de derribar las barreras idiomáticas existentes entre las prostitutas y sus clientes. Hay que pensar que la inmensa mayoría de las prostitutas eran esclavas traídas desde los cuatro puntos cardinales del Imperio, es decir, mujeres que apenas conocían el latín. Del mismo modo, a Roma llegaban viajeros desde los cuatro puntos cardinales. Gracias a la Sprintia, clientes y prostitutas podían pedir un servicio erótico en concreto y, al mismo tiempo, conocer el importe del mismo.

Las teorías sobre la razón de ser de estas monedas con escenas sexuales son, no obstante, y como suele suceder en todo lo que tenga que ver con la Historia, muy variadas. De hecho, hay autores que niegan a las Sprintiae la condición de monedas y las describen como fichas de algún tipo de juego erótico. Algunos, además, afirman que este juego erótico fue fruto ni más ni menos que de la rijosa imaginación de uno de los más importantes emperadores romanos: Tiberio. Esta explicación no carecería de lógica si uno atiende a la, según los historiadores, calenturienta personalidad de este famoso emperador romano.

Según cuentan las crónicas, Tiberio fue un viejo (se convirtió en emperador a la avanzada edad de 55 años) lujurioso y obsceno, un viejo verde, un rijoso que organizaba orgías con adolescentes y que, según el historiador Suetonio, mandaba adiestrar a niños de tierna edad para que, en el baño, buceasen y jugasen entre sus piernas. Que aquellos “pececillos” (él los llamaba así) estimularan sus partes nobles con su lengua y sus dientes figuraba entre las aficiones más queridas de un emperador del que Suetonio también ha dicho que ponía su miembro en la boca de los bebés lactantes para que éstos actuaran con él como si de un seno maternal se tratara.

Atendiendo al retrato de un personaje así no debe extrañarnos que, bien en sus tiempos en Roma, bien en su lujoso retiro en Capri, a donde se retiró para evitar atentados, dedicara algún que otro minuto de su tiempo a idear un tipo de juego erótico basado en la variedad de posturas eróticas que pueden contemplarse en el puñado de estas fichas que se conservan. Las Sprintiae serían, entonces, las fichas de ese juego erótico.

Una de estas “fichas eróticas” fue encontrada muy lejos de las ruinas de la imperial Roma. Concretamente, la Sprintia a la que nos referimos fue encontrada en Londres (la romana Londinium), a orillas del Támesis, cerca de Putney Bridge, cubierta de barro. Encontrada por un pastelero, este ejemplo de Kama Sutra numismático fue donada al Museo de Londres. Los estudios que sobre esta Sprintia se han realizado apuntan a que data de alrededor del siglo I después de Cristo. Sin duda, al igual que en el resto de colonias del Imperio, también en Londinium debían existir prostíbulos. Éstos, sin embargo, no han sido identificados entre las pocas ruinas romanas encontradas en Londres. Seguramente no debían ser edificios diferentes al resto de edificios de las colonias romanas. Después de todo, en el único lugar en que se ha podido identificar claramente un lupanar ha sido en la ciudad de Pompeya, y eso gracias a los frescos conservados en sus paredes. Estos frescos mostraban diferentes prácticas sexuales. Se cree que esos frescos servían como elemento informativo. Gracias a ellos se podría saber la especialidad de la prostituta que ejerciera su profesión en la dependencia en que figurara dicho fresco.

Con el emperador Tiberio está también relacionada la explicación que un tercer grupo de historiadores ha dado a la creación de las Sprintiae. Según éstos, el emperador no quería que su cara, presente en las monedas oficiales del Imperio, se paseara por los burdeles. Por eso se habría creado esa moneda/ficha sexual. Resulta paradójico, sin embargo, que un viejo rijoso y pederasta como Tiberio se viera atacado de repente por un arrebato de dignidad ante la posibilidad de que su rostro, acuñado en bronce, latón o en cualquier otro metal, quizá más noble, fuera a parar a manos de quien, de un modo u otro, se dedicara al comercio carnal. Claro está que no está escrito en ningún lugar que los tiranos deban en modo alguno guiarse por la coherencia.