Un juego del inconsciente

Resígnate. No todo en tu vida está bajo control. Podrás determinar a qué hora de la mañana tomas el café y en qué bar lo haces. Podrás, incluso, elegir el sector profesional en el que trabajar y el tipo de trabajo a desarrollar. Por elegir, hasta podrás, con voluntad y suerte, elegir a tu pareja. Pero hay algo que no podrás, en modo alguno, elegir, y ese algo son tus sueños.

Si el soñar (en el sentido de imaginar) es libre, el sueño lo es mucho más. Al nacer y crecer en el tiempo en que el inconsciente juega a su antojo, los sueños nos conducen a situaciones que nunca podríamos concebir en la vida real y en las que, seguramente, y por motivos seguramente muy variados, nunca nos veríamos implicados. En sueños podemos correr la banda del estadio de nuestro club favorito, regatear a tres contrarios, adentrarnos en el área y, enfrentados a la salida del portero, enviar el balón justo por entre sus piernas para, de ese modo, y a escasos dos minutos del final, marcar el gol que nos hace ganar el título tan ansiado y perseguido. En sueños podemos vengarnos sin consecuencias penales de ese Jefe de Personal que nos entregó la carta en la que, agradeciéndosenos los esfuerzos dedicados a la empresa, se nos comunicaba que pasábamos a engrosar las filas de eso que los técnicos llaman desempleo y que nosotros siempre llamaremos paro. Y en sueño, también, podemos sentir claramente cómo la boca de Scarlett Johansson se cierra alrededor de nuestro glande o cómo Eva Green se nos desnuda mientras clava en nosotros su turbadora mirada, tan llena de morbo y lujuria.

El sueño acostumbra a llevar en sus entrañas nuestras aspiraciones más íntimas y nuestra verdad más profunda. Para los psicoanalistas, el sueño tiene un lenguaje simbólico y es un producto del inconsciente y un realizador de deseos. ¿Y si el sueño tiene un componente fundamentalmente erótico? Pues entonces el sueño se convierte, más aún, en un mágico realizador de imposibles.

El sueño erótico derriba las barreras de lo imposible. Nosotros mismos, al soñar, traspasamos nuestros propios límites y, de la mano del sueño erótico, nos adentramos en territorios ignotos y desconocidos. Tan ignotos y lejanos que están en el centro mismo de nuestro ser. El sueño erótico nos conduce hasta nuestra misma intimidad que, libre, activa los mecanismos de la imaginación para enriquecer nuestra sexualidad y liberarnos del fardo sin duda aplastante de la rutina.

Siendo como es el erotismo (y según el punto de vista del psicoanálisis) una especie de celebración del deseo que adquiere un carácter metafórico, hay que preguntarse si el sueño erótico exige su realización en la vida real para, de ese modo, evitar un sentimiento de frustración o, por el contrario, puede quedar prisionero en la cárcel de la fantasía sin que por ello crezca en nosotros un amargo sentimiento de carencia.

La respuesta a esta pregunta es clara. El sueño erótico es autónomo y es el territorio elegido por nuestro erotismo para jugar. El inconsciente, la imaginación y las fantasías se combinan entre sí para elaborar el guión de unos sueños eróticos en los que perfectamente podemos ser otros que los que somos en la vigilia.

En el sueño erótico muchos elementos adquieren un carácter simbólico. Por eso en el sueño erótico pueden aparecer muchos elementos extraños o que nos resulten, cuanto menos, chocantes. Como que mantengamos relaciones sexuales con alguien que no nos gusta. O que lo hagamos, declarándonos heterosexuales, con alguien de nuestro mismo sexo. O que realicemos prácticas eróticas que nunca hemos experimentado.

Motivos del sueño erótico

A la hora de buscar una razón que explique el contenido de un determinado sueño erótico y que justifique su aparición no hay que ajustarse a los límites determinados por una ley general. La motivación de cada sueño erótico puede ser distinta. En ocasiones, el sueño erótico puede ser fruto de un deseo vivido durante el día y no satisfecho (hemos estado con una persona que nos atrae y, finalmente, soñamos que hacemos el amor aunque no sea exactamente con esa persona). En otras, de una preocupación latente (lo sería, por ejemplo, el de la persona insegura que sueña con la infidelidad de su pareja). En algunas, de una inhibición mantenida durante mucho tiempo (todo deseo inhibido crea una presión interior que, como en una olla, deja salir de tanto en tanto su vapor en forma de sueño erótico). Por eso, porque los orígenes de un sueño erótico pueden ser muy variados, puede resultar muy aventurado y potencialmente erróneo el intentar interpretarlo.

En cualquier caso, lo importante es conceder al sueño erótico la importancia justa. Ni más ni menos. Y, por supuesto, llevar una sexualidad que nos satisfaga y nos haga sentir felices. Soñar con que te lo haces con una amiga de tu pareja no quiere decir (necesariamente) que desees hacértelo en verdad con ella. Ni soñar eróticamente con aquel novio o aquella novia que tuviste hace veinte años quiere decir que quieras volver junto a él o ella. No te sientas culpable ante tu pareja por tener este tipo de sueños.

La interpretación de los sueños no deja de carecer de una base científica sólida y, después de todo, y como suele suceder con todos los símbolos y con lo que tiene un carácter más o menos metafórico, todos los sueños pueden relativizarse. Por ejemplo: ese sueño erótico en el que la protagonista es esa chica que apenas te atrae puede tener su razón de ser en la atracción que sientes por algún valor que ella tenga (la tenacidad, la simpatía, la inteligencia, la cultura…). Eso sí: si te consideras heterosexual, no te sientes satisfecho sexualmente y todos tus sueños eróticos tienen un contenido innegablemente gay, quizás debas plantearte si tu orientación sexual verdadera es la que siempre has exhibido. El sueño erótico puede ser, en este caso, una señal de aviso o de alarma que tu inconsciente te está enviando para que le rescates del infierno de vivir una vida que no es la que estás viviendo. En ocasiones salir del armario es la única manera de aplacar la voz estridente y desveladora de ciertos sueños eróticos.