La comida y la bebida pueden proporcionar algunos de los más grandes placeres sensoriales, pero pocos de nosotros acostumbra a tomarse el tiempo necesario para disfrutar de lo que comemos. El Tantra te invita a saborear cada bocado. No se trata de engullir, se trata de saborear y de ir aprendiendo a incorporar el sabor a las diferentes facetas de tu vida, incluyendo la meditación con tu pareja.

El lenguaje del gusto

Los seres humanos están limitados a captar seis tipos de sabor: dulce, agrio, salado, amargo, astringente y picante. Si analizas cada uno de estos sabores por separado, podrás comprobar que cada uno de ellos está lleno de matices. La lengua humana cuenta con cerca de 10.000 papilas gustativas, y todas ellas se activan en el acto de comer. Al comer hay que degustar la comida, pensar en su sabor. Hay que aprender a saborear lo que comemos. Por nuestro ritmo de vida, acostumbramos a comer rápidamente, sin detenernos verdaderamente a saborear lo que comemos. Eso nos hace perder un amplio abanico de sensaciones y pequeños placeres. Deberíamos concebir el tiempo de la comida como un tiempo de indulgencia con nosotros mismos.

El sabor y el cuerpo

Las células que tu cuerpo va generando se construyen a partir de los nutrientes que ingieres. Eres, literalmente, lo que comes. Tu olor corporal y su sabor es fruto también de eso. El semen, por ejemplo, puede tener muy distinto sabor dependiendo de lo que el hombre ha comido o bebido. Lo mismo sucede con la saliva y, lógicamente, con las secreciones vaginales de la mujer.

Tu cuerpo refleja en todo momento los niveles interiores de salud y bienestar.

En el acto sexual tántrico vamos a incrementar nuestra sensibilidad. Una de las formas de incrementar esa sensibilidad es prestar atención a lo que puede aportarnos el sentido del gusto. Gracias a él desarrollaremos nuestro grado de conciencia.

Como sucede con otros sentidos, una de las maneras más eficaces de adiestrar y pulir un sentido determinado es intentar desactivar los otros para, así, explorar más a fondo ese sentido con el que estamos trabajando. Comer con los ojos vendados te permite concentrarte plenamente en sabores y texturas sin que la vista, el sonido o el tacto te puedan distraer de un modo u otro con su canto de sirenas. El sentido del olfato, por su parte, y tal y como ya vimos al tratar de él, es muy importante para aumentar el gusto (y al revés). Olfato y gusto van muy interrelacionados. Por eso, al estudiar, pulir y ejercitar el gusto, es importante que el olfato quede libre de trabas y pueda cooperar en esa tarea de entrenamiento gustativo.

El refinamiento del sentido del gusto gracias a la práctica tántrica se producirá de una manera natural y alegre. ¿No produce alegría degustar comida pura y sana? Si lo haces, te volverás más exigente en tus opciones alimentarias. Un alimento fresco y saludable te hará sentirte bien de muchas maneras y despertará en ti una sensibilidad que te permitirá, a la larga, disfrutar de otro tipo de placeres.

Para despertar el sentido del gusto

Tómate el tiempo que necesites para degustar y saborear deliciosas comidas junto a tu pareja. Privados del sentido de la vista gracias a una venda, el sentido del gusto se desarrolla más y mejor. Nada le distrae.

Prepara un plato con pequeños bocados de alimentos sanos: plátano, almendras, bayas, melón, manzana, coco, pasas, aguacate, ciruela… Servíos una copa de vino de mediana calidad.
Realizad ahora la ceremonia de apertura que ya conocéis.

Que tu pareja se recline sobre cómodos cojines y se ponga una venda en los ojos. Acércate a ella con la comida y el vino. Dale a probar una pieza de fruta. Que ella la saboree lentamente, disfrutando de su sabor y su textura. Que se tome su tiempo para explorar los matices de sabor y para recrearse en el placer gustativo que seguramente sentirá. Haz lo mismo con el resto de frutas que hayas colocado en el plato. Que saboree los pequeños trozos que le das de cada cosa. Y que lo haga con lentitud, sin prisas.

Derrama ahora un poco de vino en su boca. Deja que el aroma y el sabor del vino llene todo su cuerpo. Que sienta cómo el vino la va llenando. Que el beber el vino sea casi un ritual de reverencia.

Intercambiad vuestros papeles. Que tus ojos estén ahora vendados y que tu boca deguste esas frutas y ese vino. Descubre el placer de saborear esos bocados como si los descubrieras por primera vez. El placer que obtendrás al hacerlo no tiene nada que ver con esa comida rápida y casi atragantada que acostumbras a hacer a diario, en una pausa laboral.

Una fiesta sensual

La meditación que vamos a proponerte ahora utiliza al sabor y al olor como una puerta al éxtasis. Es ideal para ser realizada tras un período de caricias o juegos pre-eróticos. Practicar esta meditación desnudos contribuirá a mejorar la experiencia. Si utilizáis una venda, la experiencia será, todavía, más intensa. Imagina que los senos de tu pareja son un plato en el que servir deliciosos postres. O que tu pene es una especie de cucharilla con la que llevar pequeños bocados de comida a la boca de tu amada. De ese tipo de experiencia te estamos hablando.

Para llegar a ella, prepara un confortable espacio con grandes cojines en los que podáis reclinaros. Ese será vuestro templo. Enciende unas velas y asegúrate de que no hace frío en la sala. Los cuerpos desnudos no se encuentran a gusto cuando pasan frío.

Prepara una bandeja de bocados deliciosos, de comida de buena calidad. Nada mejor que la fruta fresca.

Duchaos utilizando sólo productos naturales.

Alimenta a tu pareja lenta y sensualmente, dejando tiempo para que huela y saboree cada bocado. Si deseáis introducir un punto lúdico al juego, alimenta a tu pareja lenta y sensualmente, dejando que ella saboree cada bocado que le ofreces.

Esta comida debe realizarse de una manera relajada, sin prisas, alternándoos en los papeles de dador y receptor de comida, de una manera sensual, jugando, avanzando hacia lo que puede ser, tranquilamente, el acto sexual.

La comida preparada debe ser una comida variada, que incluya una gran variedad de aromas y sabores. El dulce, el salado y el picante deben estar presentes. Evita los alimentos con ajo, ya que tiene una calidad anestésica que puede inhibir la sensibilidad gustativa. Busca, siempre que sea posible, alimentos frescos que no hayan sido envasados o congelados. Cuanto más sutil sea la experiencia, mucho mejor.