La bisexualidad y sus prejuicios

A la hora de realizar una clasificación básica de las orientaciones sexuales se suele distinguir entre heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad. Ésta última se definiría como la orientación sexual de la persona que siente deseo sexual tanto por personas del sexo contrario como por personas del mismo sexo.

La bisexualidad, apuntan los estudiosos del tema, no es algo propio de los seres humanos, aunque desde Eromasaje pondríamos alguna objeción a esta afirmación. Si, tal y como se afirma desde la Antropología, la bisexualidad no es algo propio del ser humano, ¿por qué entonces en las antiguas civilizaciones de Grecia y Roma se consideraba medianamente aceptable que los hombres mantuvieran relaciones con personas de ambos sexos? Y nos preguntamos: ¿no será la cultura, en buena medida, la que determina la aceptación o no de determinados comportamientos sexuales? No en vano, en algunas especies animales sí se ha observado comportamientos bisexuales y homosexuales. ¿Somos verdaderamente tan distintos a esas otras especies de las que hablamos?

Hablar sobre la bisexualidad implica, siempre, enfrentarse a una serie de prejuicios y de ideas equivocadas. Una de ellas, muy arraigada, es la de considerar la bisexualidad algo así como una etapa de transición hacia la homosexualidad. Y no: la bisexualidad no es una etapa de tránsito; es, simple y llanamente, una orientación sexual como la heterosexualidad o la homosexualidad, aunque muchos heterosexuales y un buen porcentaje de homosexuales no lleguen a comprenderla como tal.

Junto a dicha idea equivocada, los prejuicios más destacables que suelen tenerse sobre la bisexualidad son los siguientes:

  • “Son unos viciosos”. Aparte de dejar claro de antemano que la afición al sexo (siempre que no entre en la categoría de adicción) no debe ser considerada como vicio porque el sexo es algo natural, hay que destacar que los bisexuales, al igual que a los homosexuales o a los heteros, nos les gustan todas las personas con las que se relacionan. Si a un hombre hetero no le gustan todas las mujeres con las que se relaciona, ¿por qué a un hombre bisexual le deben gustar todos los hombres y todas las mujeres con las que tiene trato?
  • “Son infieles por naturaleza”. Este prejuicio sobre la bisexualidad guarda mucha relación con el anterior. Como muchas personas creen que la persona bisexual lo es porque, principalmente, tiene un deseo incontenible de sexo, será ese mismo deseo, piensan esas personas, quien empuje a los y las bisexuales hacia la infidelidad. Aún teniendo una pareja estable, los bisexuales siempre querrán más. Indudablemente, dicho argumento carece de validez empírica y de racionalidad. La persona bisexual puede ser tan fiel o tan infiel como la hetero o la homosexual.
  • En realidad son homosexuales”. Como hemos señalado anteriormente, la bisexualidad no es una etapa intermedia en un hipotético viaje desde la heterosexualidad hacia la homosexualidad. Sin embargo, el que muchas personas consideren que el bisexual es, en verdad, un homosexual, tiene una fundamentación lógica que lo explica. No en vano, son muchas las personas gais o lesbianas que, antes de reconocer su homosexualidad y, como popularmente se dice, “salir del armario”, se declararon temporalmente bisexuales para, de ese modo, suavizar el rechazo que podían sentir por parte de la sociedad. Después de todo, si eran bisexuales todavía eran, en cierta medida, heterosexuales. O, dicho de otro modo: aún podrían ser reconducidas al camino de la normalidad. Aún podían ser “curadas”.
  • “En su mayoría son mujeres”. Este prejuicio sobre la bisexualidad es radicalmente falso. El porcentaje de hombres y mujeres bisexuales es aproximadamente igual. ¿Por qué se cree lo contrario? Porque al hombre le cuesta más poner en solfa lo que en buena medida se considera culturalmente sagrado: su virilidad.

Bisexualidad masculina y femenina

En el último punto del apartado anterior se entrevé algo que no deja de ser evidente: hombres y mujeres viven su sexualidad de un modo diferente. En el hombre, deseo, excitación y orgasmo van intrínsicamente relacionados y de una manera férrea. En el caso de la mujer, por el contrario, se valora de una manera muy especial, y por regla general, no solo los juegos preliminares, sino también la personalidad de la pareja antes de iniciar las relaciones sexuales.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que siglos de educación diferenciada para hombres y mujeres debían dejar su huella en la manera de vivir la sexualidad unos y otras. Una educación fundamentalmente machista ha hecho que muchas mujeres se hayan visto obligadas a ocultar sus deseos sexuales y a no expresarlos.

Por suerte, una progresiva apertura de mente de la sociedad y un lento pero esperemos que imparable cambio de tendencia respecto a la tolerancia hacia otras formas de orientación sexual va permitiendo que, poco a poco, sean más las mujeres que poco a poco van expresando lo que desean sexualmente. Por eso sabemos que las fantasías con relaciones con personas del mismo sexo son más comunes en mujeres que en hombres y que, porcentualmente, aunque de manera leve, son más las mujeres que aceptan su bisexualidad que los hombres que lo hacen. Para éstos, después de todo, declararse bisexuales implica acercarse a ese cuestionamiento de la propia virilidad del que hemos hablado anteriormente.

Estudios sobre la bisexualidad

Son muchos los estudios sobre la bisexualidad que se han realizado durante la segunda mitad del siglo XX y los años que llevamos de XXI. El pionero en este tipo de estudios fue, sin embargo, Sigmund Freud. El autor austríaco fue quien planteó la Teoría de la bisexualidad innata. Según dicha teoría, todos nosotros, hombres y mujeres, somos bisexuales de nacimiento. Según Freud, la bisexualidad está directamente con la existencia o no del órgano sexual masculino y con la atracción que la persona, hombre o mujer, pueda experimentar hacia éste.

La teoría de Freud sobre la bisexualidad es, como vemos, una teoría falocéntrica. El pene se convierte en el centro de todo y la bisexualidad, según el psicólogo vienés, no es una sexualidad en sí, sino una etapa de transición hacia una sexualidad definitiva que puede ser la heterosexualidad o puede ser la homosexualidad.

No hace falta decir que son muchos los psicoanalistas posteriores a Freud que han rechazado su teoría sobre la bisexualidad. El biólogo Alfred Kinsey, por ejemplo, en su estudio Sexual behavior in the human male, publicado en 1948, y en uno posterior centrado en el estudio de la sexualidad femenina, llegó a la conclusión de que la bisexualidad es un fenómeno más extendido entre el género humano de lo que parece. Entre otras cosas, Kinsey descubrió que el 60% de la población masculina y el 33% de la femenina había mantenido alguna vez experiencias sexuales con personas del mismo sexo. Kinsey elaboró también su famosa escala de Kinsey. En ésta se divide en 7 posibles estadios la tendencia sexual de una persona. De esos siete estadios, dos pertenecen a la heterosexualidad y a la homosexualidad más puras y los cinco restantes a diferentes grados de bisexualidad. En nuestro artículo “La escala de Kinsey” intentamos profundizar de una manera didáctica en las teorías de Kinsey.

Finalmente, debemos destacar el resultado de un estudio llevado a cabo por un equipo de psiquiatras y psicólogos de las universidades de Magdeburgo (Alemania) y Northwestern (EE.UU.) según el cual se demuestra que el cerebro de las personas bisexuales posee una actividad muy específica y diferente al del cerebro de las personas heteros y homosexuales.