La mujer arriba

En la Antigua India, una mujer virtuosa debía estar entregada a su marido. El hombre debía ser, para su mujer, un ser divino. Cada necesidad erótica del hombre debería ser satisfecha por la mujer. El hombre sería, de una manera clara e incuestionable, la parte dominante de la pareja. Esto no impedía, según el Kama Sutra, que en determinados momentos la mujer debiera actuar como un hombre. En esas ocasiones excepcionales, el hombre se tumbaría sobre su espalda, bocarriba, y sería la mujer quien, desde la parte superior, dirigiera el ritmo y la intensidad del coito.

Vatsyayana, autor del Kama Sutra, aceptaba esta posición de la mujer actuando en la posición que tradicionalmente se había asociado al hombre cuando el hombre se hallaba agotado o cuando, sencillamente, se deseaba probar algo nuevo. Como se ve, el cambio de roles no es algo que hayamos inventado nosotros. Hace ya muchos siglos, cuando Vatsyayana escribió su famoso manual erótico recopilando conocimientos aún más antiguos, el cambio de roles ya era algo habitual para muchas parejas.

Si deseas practicar por un día un cambio de roles en el seno de tus relaciones de pareja y deseas hacerlo para inyectar una dosis de novedad a tu sexualidad puedes probar a llevar a la práctica la escena que te narramos a continuación.

La mujer activa

Eres tú, mujer, quien debe tomar la iniciativa. Avisa a tu pareja de que esta noche tomarás las riendas de vuestra relación. Avísale de que vas a seducirle, y de que serás tú, y exclusivamente tú, quien decida cómo, cuándo y exactamente en qué postura vais a tener relaciones sexuales. Pregunta a tu cuerpo cuáles son sus deseos más ocultos. La complacencia de dichos deseos debe convertirse en la única ley que debes seguir. La complacencia de dichos deseos es el principal motivo del cambio de roles.

Al cambiar los roles eróticos debes estar dispuesta a ejercer un absoluto dominio sobre el encuentro sexual que mantengas con tu pareja. Amenaza con castigarle si no se pliega a tus deseos. Dile, por ejemplo, que puedes atarlo a la cama.

Una vez que se inicie la noche de seducción, ve tomando las riendas poco a poco mientras sigues la senda que marcan tus deseos eróticos. Puedes, por ejemplo, prohibirle que te toque mientras tú recorres su cuerpo con tus labios y tu lengua. Puedes prolongar esa maravillosa excursión todo lo que desees y demorándote, por supuesto, en aquellas partes de su anatomía que más te atraigan.

Quizás te guste mucho torturarlo recorriendo con la punta de la lengua sus pezones, su ano, su perineo, sus ingles, sus testículos, su pene o su prepucio, pero procura no permanecer ahí por mucho tiempo, estimulando esas zonas tan sensibles. Si lo haces, quizás propicies una eyaculación demasiado temprana por su parte.

Para evitar dicha tentación, piensa por ejemplo en el gozo que puedes sentir cuando, trepando por su cuerpo a cuatro patas, te coloques a horcajadas sobre su boca y le ordenes que recorra con su lengua las húmedas exquisiteces de tu vulva. Imagina el placer de sentir su lengua jugueteando con tu clítoris o el escalofrío de gozo al comprobar cómo esa lengua vibrante y dura separa los labios de tu vagina para intentar entrar en ella.

Seguramente, ese cunnilingus que él, bajo tus órdenes y bajo tu cuerpo, te esté realizando, te haga desear cuanto antes una penetración rápida y profunda. Si es así, piensa que tú estás arriba. Piensa que tú mandas. Piensa que en todo momento debes llevar el control de lo que suceda a partir de ese momento en el que los dos estáis escalando, casi sin aliento, hasta las cumbres de vuestros respectivos placeres.

Decide en ese momento de máxima excitación si, por ejemplo, deseas incorporar un juguete a vuestro juego. Decide si quieres hundir en tu boca su sexo y lamerlo hasta que éste estalle dejando en tus labios, tu rostro o tu pecho el blanco garabato de su satisfacción. O, simplemente, desde esa posición a horcajadas desde la que has recibido el homenaje que su lengua y sus labios han prestado a tus genitales, salta sobre los suyos, introduce su pene en tu vagina y móntalo febrilmente. Seguramente el cunnilingus de tu pareja te habrá llevado a ese punto en el que bastará muy poco para que la dulzura de fuego del orgasmo te abrase las entrañas y así puedas disfrutar de una oleada de placer que te recorrerá de pies a cabeza.

Follando en cuclillas

Un consejo que el Kama Sutra pone a disposición de todos sus lectores es el de aconsejar la postura llamada de las pinzas para que la mujer ejerza su control sobre el coito en este cambio de roles. En esta postura, el hombre está tumbado y la mujer se coloca sobre él, a horcajadas. La vagina efectúa una especie de efecto de pinza sobre el pene. La mujer, situada así, puede mover su pelvis hacia atrás o hacia delante. También puede moverla en círculos.

En esta posición, la mujer puede buscar, gracias a su movimiento, la mejor estimulación de su clítoris o, incluso, puede estimularlo con sus propias manos. Esto le permitirá disfrutar de un orgasmo poderoso.

Una variante a esta postura ideal para el cambio de roles y que viene recogida también en el Kama Sutra es que la mujer se coloque en cuclillas sobre el hombre. Una vez situada así, la mujer puede contraer la vagina y sus músculos vaginales todo lo que pueda. Manteniendo la contracción, la mujer deberá ascender y bajar sobre el eje del pene. Al principio dicho movimiento deberá ser realizado de manera lenta. Posteriormente, el ritmo deberá incrementarse. Para mantener el equilibrio cuando se está follando en cuclillas, la mujer que ejerce el control en este cambio de roles puede permitir que el hombre coloque sus manos sobre sus pechos. Esto puede hacer que el hombre crea que ha recuperado el control sobre el coito. Que no lo crea por mucho tiempo. Que un pellizco en los pezones le haga recordar quién tiene el dominio en este fantástico cambio de roles que no dudamos ni por un momento que estás deseando poner en práctica.