Importancia del tacto en la relación tántrica

El tacto es el sentido directamente conectado con el chakra cardíaco. Por eso el sentido del tacto es, en el Tantra, fundamental. Una caricia nos aporta no sólo bienestar para el cuerpo, sino también una especial sensación anímica. La caricia, también, es un instrumento perfecto para aumentar la sensación de excitación y deseo. Cuando uno siente una caricia, ¿cómo no esperar algo más? Los seres humanos anhelan tocar y ser tocados. Por otro lado, los beneficios del contacto piel con piel son bien conocidos. El alivio del estrés es uno de ellos.

La caricia sensual

Las parejas tienden a comunicarse sus sentimientos de una gran cantidad de maneras, pero ninguna de ellas es tan explícita y transmisora de su contenido como el tacto. Y en esto no hay diferencias de sexo. Hombres y mujeres se sienten bien cuando se les toca con sensibilidad y amor, poniendo en ello los cinco sentidos.

Como se acostumbra a decir, la piel es el órgano más grande del cuerpo. La piel nos recubre por enteros, de la cabeza a los pies. La piel sirve también como interfaz entre nuestra realidad interior y el mundo que nos rodea. Manos y dedos contienen algunas de las zonas más densas en cuanto a terminaciones nerviosas de todo nuestro cuerpo. Cuando otra persona nos toca, estamos creando una potente alquimia entre los dos. El acto de acariciar o ser acariciado implica que estemos enviando y recibiendo complejos mensajes de sensualidad entre quien acaricia y quien es acariciado. La caricia tiene el don de borrar las fronteras entre los dos cuerpos que intervienen en ella, favoreciendo o facilitando la experiencia de una única respiración y una única sensación. En la relación sexual tántrica, tomar conciencia de ese intercambio y esa fusión debe convertirse en una vía inigualable para compartir la felicidad.

La caricia curativa

Como seres humanos, somos conductores de energía curativa. Para conducir esa energía curativa no hace falta ser una persona especialmente entrenada ni trabajar demasiado nuestro cuerpo. Basta con ser un ser humano para poseer dicha capacidad. Dependerá de nosotros si deseamos usarla o no.

El milagro, después de todo, sólo depende de nuestra voluntad de avanzar por los caminos del Tantra. Los amantes pueden curar a su amado simplemente con su caricia suave y consciente. La caricia y el acto de acariciarse a conciencia es una manera de mostrar y vivir el amor desprendiéndonos de los correajes con los que, demasiado a menudo, el tiempo nos coarta. Esa liberación de las ataduras del tiempo es muy importante para nuestra espiritualidad. Será dicha liberación la que nos permita vivir nuestra relación como un ritual en el que nuestra pareja se convierta en un ser divino al que honraremos con nuestra caricia.

Para tomar conciencia de la importancia de la caricia y de su influjo en nosotros y en nuestra pareja, vamos a practicar un ejercicio sencillo que nos servirá para que diferenciemos los matices de los diferentes toques que podemos realizar y sentir. El objetivo principal del ejercicio es que comprendamos el modo en que podemos transmitir amor a través de las manos. Para practicarlo, hay que olvidarse del reloj y del transcurso del tiempo.

Pide a tu pareja que se tumbe sobre los cojines que previamente habréis colocado y que lo haga desnuda. Con una venda en sus ojos conseguirás que se potencien todos los sentidos que no tengan que ver con la vista.

Sopla suavemente por todo su cuerpo. Si tienes el cabello largo, déjalo que se pasee por su pecho y su vientre.

Realiza trazos de caricias con unas plumas ligeramente sobre su piel. Toca partes de su cuerpo con ternura. Acaricia su piel con la yema de tus dedos. La imaginación debe ser libre. No la ates. Deja que vuele. Experimenta y acaricia diferentes partes de su cuerpo de una manera nueva. Tócalas como nunca antes las has tocado. Para hacerlo, puedes utilizar cualquier parte de tu cuerpo. Puedes tocar con las manos, claro; pero también con la boca, la lengua, los pies…

Intercambiad ahora vuestros papeles. Que sea ahora tu pareja quien te convierta en su divinidad y te honre con su caricia.