Hemos empezado a sentir los efectos relajantes y energéticos de la respiración consciente y de la caricia orientada a producir esos efectos. Con esas claves interiorizadas podremos cultivar el trance erótico. Al mismo tiempo, podremos acallar nuestra mente y abrir nuestro corazón. Conforme vayamos aprendiendo nuevas técnicas de masaje corporal subiremos un nuevo peldaño en nuestra capacidad de disfrutar sensual y sexualmente de nuestro cuerpo.

A la hora de proporcionar un masaje puede suceder que te preocupes en exceso de lo que tienes que hacer y de cómo y con qué fuerza debes masajear para hacer que tus socios disfruten de tu “arte” como masajista. Esa preocupación es natural, pero no puede ser excesiva. Si lo fuera, puede llegar a bloquearte y a impedir tu éxito. Si, por el contrario, eres el receptor del masaje, es fácil que te sientas más a gusto tumbado boca abajo, con tu vientre y tus genitales protegidos. Esa sensación de protección permitirá que poco a poco te vayas entregando a las manos que te masajean. Si de buenas a primeras te sientes incómodo, será muy difícil que te entregas y, si no te entregas, no podrás alcanzar ese placer que persigues y esperas.

Las parejas que viváis inmersas en la pasión erótica y que queráis incrementar el placer derivado de esa pasión que estáis viviendo deberíais convertir el masaje mutuo en una actividad regular. Pensad que dicha actividad os proporcionará múltiples conocimientos que redundarán en el incremento de ese placer. El masaje sensual puede convertirse en parte de un juego que, a la larga, será mucho más sexual. Las parejas que están dominadas por su espíritu juguetón y que viven a la busca de nuevas experiencias eróticas que compartir encontrarán en el masaje sensual una nueva manera y un camino efectivo para alcanzar un éxtasis mucho más intenso.

Entrando en materia

Vamos a proponerte algo para que, poco a poco, vayas entrando en materia.

Elige una cama cómoda o una alfombra suave y mullida y tápala con una lámina protectora. Selecciona un buen aceite de masaje o una loción de calidad. Pon una música relajante. Sería importante que la música no poseyera letra alguna. Hay canciones maravillosas cuya letra pueden hacer que te despistes. Introduce los elementos que creas oportunos para hacer el ambiente más acogedor. Para ello pueden servirte las velas y los aromas sugerentes.

Ajusta el temporizador para que os avise cuando hayan pasado veinte o treinta minutos. Si eres el sujeto pasivo colócate ahora boca abajo. Que tu pareja se coloque encima de ti, con sus pechos pegados a tu espalda.

Llegados ahí, hay que relajarse y escuchar las mutuas inspiraciones y exhalaciones. Disfruta junto a tu pareja de esa sensación, déjate ir en cada exhalación, adquiere lentamente el sentido de la maravilla de lo que estáis viviendo. Y piensa que el masaje corporal entre los miembros de la pareja es uno de los métodos más efectivos a la hora de simbolizar y practicar la entrega mutua.

Para avanzar en esa entrega podéis emitir un audible “ahhhhhh” en cada expiración. Ese suspiro os puede parecer divertido en un principio pero es un camino perfecto para alejarte de tu propio ego, relajarte y disfrutar junto a tu pareja de un momento único.

Después de un par de minutos de respiración sincronizada, la mujer puede empezar a mover lentamente los pechos sobre la espalda del hombre. Los pezones deben actuar sobre la espalda como un lápiz que esbozara dibujos mágicos. Ahora tú, mujer, puedes ir haciendo que tus pechos recorran la espalda de tu pareja hasta ir a parar sobre sus nalgas, al tiempo que, sobre su piel, viertes el aire caliente de tu respiración. Finalmente, arrodíllate tras él, entre sus piernas semiabiertas.

Pon ahora, y desde esta posición, tus manos sobre la planta de sus pies y, lentamente, ve subiendo trazando el contorno de las pantorrillas, de la parte interna de los muslos, de los glúteos, por encima de cada lado de la espalda, sobre los hombros y brazos, también sobre sus manos. Recorre ese largo camino desde los pies hasta las manos y viceversa. Repite este movimiento un par de veces.

Festejando el corazón y el sacro

Arrodillada al lado del hombre, coloca una mano sobre su corazón y la otra en su sacro (el último hueso de la columna vertebral). Estos dos puntos son dos centros energéticos, el uno del amor y el otro de la sexualidad. Una corriente importante de energía circula entre ellos. Haz que tus manos descansen sobre esos puntos y concéntrate, en silencio, en tu respiración oceánica. Escucha, al mismo tiempo, la respiración de tu pareja. Siente cómo su cuerpo sube y baja al compás de su respiración. Si esa respiración es superficial, haced que gane en hondura y profundidad. Cuando sea así es que ya estáis preparados para avanzar en vuestro masaje.

Realiza ahora un suave balanceo moviendo las manos sobre estos dos puntos y alrededor de ellos en un pequeño espacio de apenas dos centímetros. Hazlo sutilmente y sin prisas y ve aumentando poco a poco la intensidad. La sensación de la que gozará tu pareja será muy reconfortante.

Masajes sobre la parte baja de la espalda

Estás arrodillada a sus pies, con la mano en la parte inferior de la espalda. Vierte una cucharada de aceite de masaje (preferentemente caliente) sobre él. Sin perder contacto con la piel, distribuye el aceite desde las nalgas a la planta de los pies. Toda esa será la zona a masajear. Sabiéndolo de antemano, la persona a masajear se sentirá más cómoda. Las sorpresas son enemigas de la confianza y, aquí, la confianza es básica.

Masajear las plantas de los pies, el talón, la zona cercana a los dedos y subir desde ahí hacia la parte interna de los gemelos, apretándolos suavemente y soltándolos. Sube desde aquí, por el interior de los muslos, hacia los glúteos y la parte baja de la espalda para, después, avanzar hacia la parte externa de los muslos. Repite esto varias veces. En el punto donde la pierna se conecta con la cadera, cerca de los genitales, acaricia ligeramente la zona de la ingle y por encima de los isquios. Este movimiento, que no llega a tocar los genitales, los masajea al mismo tiempo suavemente por el acto reflejo de la musculatura, dejando en ellos una leve pero excitante sensación de placer.

Masaje sobre los glúteos

Colócate arrodillado ante tu pareja mientras ella está tumbada de espalda. Dile que relaje las nalgas. Acaricia esas mejillas carnosas. No te pedirá que pares, no, pues es una delicia sentir esa caricia. Como en otros masajes, varía la presión, el tempo y el ritmo para evitar cualquier sensación de aburrimiento.

Coge cada una de las nalgas por su parte exterior y llévalas a que se toquen la una y la otra (como si quisieras hacer desaparecer la raja que las separa). Amasa cada una de esas deliciosas mejillas como el panadero amasa la masa de pan. Pregunta a tu pareja si le gustaría más o menos presión. Al hacerlo, ganaréis intimidad y confianza y, al mismo tiempo, estaréis realizando los ajustes técnicos necesarios para ganar en efectividad.

Forma ahora un puño con cada mano y hazlos avanzar lentamente sobre las nalgas, girando la muñeca al hacerlo. Aprovecha tu peso (sobre todo si eres una mujer) para, con los puños, ejercer la presión que deseas ejercer. De ese modo harás descansar tus brazos. Disfrutad de esa caricia todo el rato que queráis y preparaos para nuevos placeres.