Concentración sexual

La imagen la hemos visto en alguna que otra película japonesa o que desee plasmar la cultura del País del Sol Naciente. Una geisha recita poesía, sirve sake o acaricia a su amante de una manera calmada y concentrada. En el movimiento de la geisha no se percibe alteración alguna. No se intuyen nervios. La geisha, al moverse o al tratar a sus acompañantes, parece estar más allá o más acá de las contingencias temporales. Al comportarse así, con ese grado de concentración y aislamiento de todo lo que no sea lo que está realizando en ese momento, y al asociar su imagen a unas prácticas eminentemente sexuales, la geisha se nos aparece como modelo de cómo la concentración o la meditación puede ser llevada a la práctica sexual para, gracias a ella, convertirla en una experiencia mucho más placentera e intensa.

La mejor manera de realizar la meditación erótica es, sin duda, en pareja. Para ello es imprescindible buscar un ambiente tranquilo. Para que la meditación erótica tenga unos efectos positivos es fundamental que no existan distracciones. Toda distracción juega en contra de la concentración y cuanto menor sea ésta menor será el placer experimentado. Una luz atenuada y el uso de inciensos o ambientadores pueden servir para convertir una estancia tranquila de la casa en el lugar ideal para realizar una sesión de meditación erótica.

Una vez que la pareja haya encontrado y ambientado el lugar en el que va a realizar la meditación, deberá desnudarse y sentarse en el suelo, con las piernas cruzadas. Los dos miembros de la pareja deben darse la espalda, recostarse mutuamente el uno en el otro y cerrar los ojos. Sentir el contacto de la espalda desnuda de la pareja puede ser una experiencia muy sensual.

Una vez sentados así hay que concentrarse en la respiración dejando que ésta se haga profunda. Para respirar correctamente hay que permitir que, en cada inspiración, el vientre se hinche. Para avanzar hacia una correcta meditación puede servir de ayuda imaginar la respiración como una especie de mar que fluyera dentro y fuera de nosotros. Inhalar por la nariz, contener la respiración durante 10 segundos y exhalar el aire lentamente por la boca hasta sacar todo el aire de los pulmones es la manera correcta de realizar esta respiración.

Respiración coordinada

Sincronizar esa respiración con la de la pareja sería el siguiente paso para avanzar hacia esa concentración que nos va a permitir mantener una más intensa y placentera relación sexual. En la meditación erótica, esa coordinación de las respiraciones de los dos miembros de la pareja durante un tiempo no inferior a 15 minutos es fundamental. A partir de ese tiempo de respiración compartida y coordinada se podrá experimentar la maravillosa sensación mental de estar fundiéndose en un solo cuerpo.

Hecho esto, poneos el uno frente al otro y acercad las palmas de vuestras manos hasta ponerlas frente a frente. Acercarlas al máximo pero sin que lleguen a tocarse. Seguramente notaréis como un hormigueo las recorre y cómo hay un flujo de calor que se mueve entre ellas.

El siguiente paso de este ejemplo de cómo meditación y sexo pueden ir íntimamente relacionados es el de cogerse las manos. Entre las experiencias sensoriales más sensuales se hallan, sin duda, todas aquellas relacionadas con el tacto. Tras este tiempo de respiración compartida ha llegado el momento de tocarse, de entrelazar esas manos que están enfrentadas las unas a las otras.

Entrelazadas las manos, intensificad y disminuid alternativamente la fuerza con la que apretáis vuestros dedos. Seguramente, las sensaciones que percibáis serán especialmente intensas. Planteaos, en esos momentos, qué sensaciones podrían alcanzarse si ese esfuerzo de concentración que se ha centralizado en las manos se centralizara, por instante, en ese instante único en que los labios de la pareja se acercan para besarse o en ese otro, maravilloso, en el que el pene es acogido y abrazado por las paredes vaginales.

Aplicar estos conocimientos de concentración y meditación erótica a la práctica sexual pueden servir para cambiarla y hacerla más satisfactoria y rica. Probarlo, sin duda, no cuesta nada.