Esa obsesión del sexo

No hace falta estudiar demasiada Historia para comprobar hasta qué punto el sexo y las relaciones eróticas han sido una de las obsesiones del género humano. Se han hecho sortilegios y filtros de amor, se han buscado pócimas para aumentar la virilidad y estimular la libido, se han ilustrado cerámicas en las que se han reproducido felaciones y escenas de sexo anal, se han decorado paredes de templos con figuras enlazadas de una orgiástica sucesión de posturas eróticas…

El sexo se ha convertido históricamente en materia de interés para pintores, escultores, dibujantes, fotógrafos, cineastas y, por supuesto, escritores. De hecho, los orígenes de la literatura no pueden ser desligados del interés que el ser humano ha demostrado siempre por lo sexual. La historia de los antiguos dioses de las culturas griega y romana, por ejemplo, es una historia en la que el sexo, el amor y las pasiones más desbordadas se convierten en el tuétano mismo de la historia. Padres, madres, hijos, hijas y hermanos copulaban en una mescolanza orgiástica muy poco edificante, y los autores clásicos se convertían en reporteros de los ecos de sociedad de un Olimpo en el que la lujuria y la infidelidad estaban a la orden del día.

Del interés que la literatura o la escritura han mostrado por el sexo han nacido no sólo magníficas novelas eróticas sino también una sensacional colección de tratados y manuales erótico-amorosos. El Kama Sutra es, sin duda, el más famoso de esos tratados. Junto a él, obras como el Ananga Ranga, El jardín perfumado o El papiro de Turín han aportado a las generaciones futuras, y cada uno a su manera, unas enseñanzas que deben servir para hacer más rica la vida sexual. En ocasiones esos libros nos regalan un abanico de posturas eróticas para experimentar nuevas sensaciones. En otras nos proponen una serie de alimentos para aumentar nuestra libido. En alguna que otra nos aconsejan sobre qué hacer para dejar satisfecha a nuestra pareja.

Los tratados eróticos de las hetairas

De entre todos esos tratados que, al modo de nuestro Kama Sutra, gozaron de gran fama en la antigüedad clásica, hay uno especialmente destacado: el tratado de Elefantis. Al parecer, Elefantis era una poetisa griega del siglo I d.C. que no sólo escribió esa especie de Kama Sutra que es el Elefantis , sino también un tratado sobre cosméticos y otro sobre la práctica abortista.

El Elefantis era la obra más famosa de entre una serie de bestsellers de contenido sexual que, en la antigua Grecia, eran escritos por las hetairas, cortesanas de lujo que hacían del sexo y del erotismo un arte y que pretendían legar para la posteridad sus conocimientos y sus saberes como profesionales de la seducción y el sexo. Junto al de Elefantis, hay que destacar nombres como los de Artynassa o Filenis de Samos. Esta última, cortesana del siglo IV o III a.C., escribió un manual sobre el noviazgo y el sexo del que se conocen algunos fragmentos por haber aparecido entre los llamados Papiros de Oxirrinco y en los que se puede intuir que el libro escrito por Filenis de Samos era una especie de compendio de posturas eróticas, técnicas de seducción y fórmulas magistrales para elaborar afrodisíacos, abortivos y cosméticos.

Resulta inútil buscar estas obras. No se conservan. Las que el paso del tiempo no borró fueron víctimas, con toda probabilidad, de la férrea censura eclesiástica que durante muchos siglos controló todos los resortes de la cultura occidental. Si sabemos de la existencia de estas obras es gracias a las referencias que a ellas hacen autores como Suetonio o Marcial. El primero cuenta en alguna de sus obras cómo el emperador Tiberio, amante compulsivo de todo lo que tuviera que ver con el sexo y la lascivia, tenía muchos de estos manuales en su residencia de Villa Jovis, en Capri. Inspirado por ellos, el emperador podía ordenar que se realizaran escenas y representaciones eróticas en las que las posturas eróticas se volvían casi acrobáticas y en las que la imaginación se desbordaba en una abigarrada mescolanza de cuerpos entrelazados. Para hacerse una idea de lo que podría ser una fiesta en casa del emperador Tiberio basta con contemplar una película que, dirigida por el director italiano Tinto Brass en 1979, muestra explícitamente todo tipo de relaciones y prácticas sexuales, desde la sodomía al sexo lésbico pasando por el incesto, la lluvia dorada, la zoofilia o el sadomasoquismo. Esa película es Calígula y aún hoy, pese al poco éxito comercial que tuvo en su tiempo, pervive como un mito del cine erótico.