El misionero, ¿una postura sosa?

No importa que el Kama Sutra recoja un sinfín de posturas eróticas para gozar del coito. No importa que podamos escoger entre un amplio abanico de posturas a la hora de disfrutar del sexo ni que podamos aderezar nuestros encuentros sexuales utilizando lubricantes, juguetes sexuales o plugs de todo tipo. Tarde o temprano, todos acabamos volviendo al misionero. Y es que la mayor virtud de lo clásico es que nunca pasa del todo de moda.

Cuando hablamos del misionero estamos hablando de una práctica sexual en la que la mujer, tumbada boca arriba, recibe al chico que, apoyado en sus rodillas y en sus codos o manos, la penetra colocado entre sus muslos. Esta postura, aparentemente tan natural, ha sido tachada en más de una ocasión de “sosa” y poco imaginativa.

La acusación nos parece injusta en extremo. Creemos que, sinceramente, no hace falta practicar el sexo de pie o en posturas inverosímiles y físicamente existentes para que se convierta en una experiencia dichosa y, por supuesto, satisfactoria. El misionero, como todas las posturas eróticas recogidas en el Kama Sutra o imaginadas fuera de él, tiene sus ventajas e inconvenientes como los tienen la postura del perrito, la de la amazona o la de la hamaca. Que tradicionalmente se hayan resaltado más las segundas que las primeras no implica, en modo alguno, que éstas no existan.

Veamos cuáles son las principales ventajas del misionero.

Ventajas del misionero

La primera ventaja del misionero es que permite a la pareja que lo practica mirarse cara a cara y eso siempre implica un plus de excitación. Ver el gesto de placer o de deseo pintado en el rostro de la pareja siempre actúa como un fantástico afrodisíaco.

Por otro lado, la postura del misionero permite algo que en invierno (y si se quiere ahorrar en calefacción) siempre se agradece y ese algo es que puede practicarse bajo las sábanas.

Desventajas del misionero

Entre las desventajas que tradicionalmente se han asociado a la postura del misionero hay que destacar aquélla que hace referencia a la escasa estimulación clitoriana que experimenta la mujer. Como sabemos, gran parte de la “responsabilidad” del orgasmo femenino radica en la correcta estimulación del clítoris. No sucediendo de ese modo al practicar el misionero (el pene, al entrar y salir de la mujer, no estimula el clítoris suficientemente), el orgasmo se hace difícil de alcanzar para la mujer.

Otra de las desventajas del misionero, y que afecta también de manera negativa al placer experimentado por la mujer durante su práctica, es la falta de movilidad que la mujer tiene al practicarlo. De hecho, al practicar el misionero la mujer sólo puede empujar hacia arriba con sus caderas para acompañar los movimientos del hombre durante el coito. Eso sí: ese simple movimiento de balanceo sirve para conseguir un mayor contacto del hombre sobre el clítoris y eso, lógicamente, juega a favor del placer de la mujer.

La tercera desventaja de la postura erótica del misionero tiene que ver con el tiempo de “duración” del hombre, es decir, con el control que éste puede tener sobre la eyaculación. Según indican algunos estudios, el hecho de que el hombre deba tensar sus músculos al practicar el misionero hace que sea más difícil controlar su eyaculación.

Variantes para enriquecer el misionero

Vistas las ventajas y desventajas del misionero y contabilizadas unas y otras podemos comprobar cómo pesan más las segundas que las primeras. ¿Quiero eso decir que debemos archivar definitivamente esta práctica sexual en el archivo de lo caduco? No necesariamente. Eso sí: podemos buscar la manera de enriquecer el misionero, de mejorarlo, de convertirlo en una práctica sexual mucho más excitante y satisfactoria.

Veamos algunos de los trucos que se pueden utilizar para convertir la postura erótica del misionero en una práctica mucho más atractiva:

  • La mujer puede flexionar sus rodillas y hacerlas recostar sobre el pecho del hombre. Al introducir esta variación en la postura, los labios vaginales de la mujer se juntan, lo que hace que el pene roce el cérvix femenino. Al ser estimulado éste, el placer de la mujer aumenta.
  • La mujer y el hombre intercambian las posturas de sus piernas, es decir, la mujer junta las suyas y el hombre, que sigue colocado encima, abre las suya. Al hacer esto, la presión que la vagina ejerce sobre el pene aumenta y la fricción entre los genitales femeninos y masculinos se hace mayor. El resultado directo de ese incremento de la fricción genital entre hombre y mujer es el aumento del placer tanto de uno como de otra.
  • Colocar un cojín bajo la cintura de la mujer. Al hacer esto estamos convirtiendo la vagina en un lugar mucho más accesible y, además, estamos permitiendo que el pene estimule una de las grandes zonas erógenas de la mujer: el punto G.

Para enriquecer el tradicional misionero también podemos echar mano a alguno de los múltiples productos eróticos que la industria sexual pone a nuestro alcance. Un anillo para el pene con vibrador puede servirnos, por ejemplo, para incrementar esa estimulación clitoriana que el misionero siempre deja un poco a medias.

Un vibrador clitorial manejado por la mujer durante el coito podría ser, también, un excelente juguete erótico destinado a mejorar e intensificar las sensaciones experimentadas durante la práctica del misionero.

Al igual que sucede con toda postura sexual, la utilización de lubricantes o de cremas destinadas a incrementar la sensibilidad de la vagina pueden ser trucos de gran utilidad para mejorar la que, como hemos dicho, es la postura erótica más tradicional que podemos encontrar en el amplio catálogo de posturas que figuran en el Kama Sutra.